El Proceso del Duelo


Según el diccionario de la Real Academia Española, RAE, el Duelo es “el sentimiento de dolor o pena por la muerte de una persona.” Desde la psicología se define el duelo como, "la reacción normal de la persona ante la pérdida, ya sea de un ser querido, de una mascota, de un objeto, de una etapa de la vida o de un evento significativo." En todo caso, es una experiencia que necesita ser compartida, acompañada y respetada.

Los humanos principalmente somos seres sociales, necesitamos generar vínculos emocionales para progresar y desarrollarnos, pero cuando esos nexos se rompen o fallan se genera en nuestro interior un periodo de malestar sentimental al que denominamos Duelo. Si la pérdida de ese vínculo es definitiva se pueden ver afectadas varias dimensiones interpersonales, como la física, emocional, cognitiva, conductual o espiritual que, dependiendo de los distintos factores implicados, por ejemplo las circunstancias de la muerte, la relación con el fallecido, el tipo de personalidad o el contexto familiar de quien lo sufre, será más o menos complicado superar el duelo.

Clínicamente categorizamos el “Trastorno por Duelo” al malestar, tras la muerte de un hermano, padre, hijo u otra persona cercana al doliente, hay una respuesta de dolor persistente, caracterizada por la nostalgia hacia la persona fallecida, junto con la preocupación persistente y el intenso dolor emocional, tristeza, culpa, ira, negación, reproche, dificultad para aceptar la muerte, incapacidad para experimentar un estado de ánimo positivo, bloqueo emocional, conflicto de lealtades para relacionarse en actividades sociales, etc.

En el duelo se han establecido diferentes fases o etapas que, no siendo fijas ni teniendo un estricto orden preestablecido, pueden dar lugar a fluctuaciones u oscilaciones de ocurrencia durante todo el proceso.

La primera Fase es de aturdimiento o incredulidad de lo acontecido, hay un gran desconcierto, incluso negación y estado de shock o inmovilismo en la persona afectada, en cualquier caso, predomina la pena, la amargura y el dolor, pese al intento de evitación de la realidad, hay una disrupción de la identidad, un sentimiento de pérdida de una parte de sí mismo.

La segunda Fase es de un intenso anhelo, añoranza y solicitud de reencuentro con la persona fallecida, el doliente a medida que va asimilando la situación puede volverse irritable y agresivo, incluso consigo mismo, hay una gran pérdida de seguridad y falta de autoestima.

La tercera Fase es de desesperación y desorganización, intranquilidad por pensamientos o recuerdos intrusivos, surgen sentimientos de vacío y de falta de ilusión por la vida. Pero, se va tomando consciencia de que el ausente no volverá, dando lugar a una gran pena, tristeza y llanto en el doliente que se siente intensamente solo, deprimido y apático por la vida.

La cuarta Fase es de reorganización y reajuste, se va asimilando la situación generando un nuevo funcionamiento en la vida, se establecen nuevos vínculos sociales, poco a poco se va disipando la dificultad de reintegrarse en los propios intereses y se puede ir planificando el futuro.

Pero, alcanzar a esta última fase del proceso del duelo no es nada sencillo para el doliente, pues ha tenido que superar una gran perturbación mental, malestar sentimental y deterioro en su ámbito social o laboral.

Aunque no existe una duración temporal determinada para cada estadio del proceso del duelo se considera que, dependiendo de la intensidad sufrida y del tiempo en superar la pérdida, estamos ante un duelo normal o un duelo patológico.

En psicología se considera que existe en el doliente un "Trastorno de duelo prolongado o patológico" cuando la respuesta de dolor ha persistido durante un período atípicamente largo tras la pérdida, más de doce meses en adultos y más de seis meses en niños y adolescentes, tiempo bastante más que prolongado con respecto a las normas sociales esperadas por el contexto cultural y religioso del individuo.

En este duelo patológico la perturbación emocional y malestar sufrido en el doliente provoca un deterioro clínicamente significativo en su vida personal, familiar, social, educacional, ocupacional o en otras áreas importantes del funcionamiento.

Es importante destacar que los síntomas no se explican mejor por otro trastorno mental, como el trastorno depresivo mayor o el trastorno de estrés postraumático, así como tampoco son atribuibles a los efectos fisiológicos de una sustancia ni a cualquier otra afección médica.

La prevalencia del duelo complicado en España en población general se puede estimar en un 10%. Estas personas demandan y necesitan un mayor apoyo social y de salud, incrementándose el consumo de los recursos sanitarios.

Para finalizar, es importante resaltar que el Duelo, por doloroso y complicado que resulte, es una gran oportunidad para nuestra realización personal. Ser capaz de afrontarlo integrando la pérdida es un gran reto al que nos podemos enfrentar. La persona saludable es aquella que no intenta escapar del dolor, sino que siendo consciente de que ocurrirá procura saberlo procesar.

Dra. María José Labajos